"Hay cuentos para cada momento,
cuentos para cada estación:
los cálidos cuentos para el largo invierno,
cuentos azules, rojos, verdes y violetas para la primavera,
el verano trae adivinanzas, bromas y chistes
y las grandes epopeyas se cuentan en otoño.
Pero aqui y ahora,
en aquel trópico, atravesado por el dolor y la pasión,
la tradición quiere que cuente
los cuentos del amor.
Los Cuentos del Espíritu... para pensar y para amar mejor..".

Nicolás Buenaventura Vidal, in espectáculo "Cuentos del Espíritu", Festival Internacional de Teatro de Almada (Portugal, Julho, 2007).


Si quieres un adulto con pensamiento creativo, de pequeño cuéntale cuentos. Si lo quieres, además sabio, cuéntale más cuentos. Albert Eisnstein

viernes, 24 de julio de 2009

EL AMOR, LA ÚNICA FUERZA CREATIVA


Un profesor universitario quiso que los alumnos de su clase de sociología se adentrasen en los suburbios de Boston para conseguir las historias de doscientos jóvenes. A los alumnos se les pidió que ofrecieran una evaluación del futuro de cada entrevistado. En todos los casos los estudiantes escribieron: «Sin la menor probabilidad». Veinticinco años después, otro profesor de sociología dio casualmente con el estudio anterior y encargó a sus alumnos un seguimiento del proyecto, para ver qué había sucedido con aquellos chicos. Con la excepción de veinte individuos, que se habían mudado o habían muerto, los estudiantes descubrieron que 176 de los 180 restantes habían alcanzado éxitos superiores a la media como abogados, médicos y hombres de negocios. El profesor se quedó atónito y decidió continuar el estudio. Afortunadamente, todas aquellas personas vivían en la zona y fue posible preguntarles a cada una cómo explicaban su éxito. En todos los casos, la respuesta, muy sentida, fue: «Tuve una maestra». La maestra aún vivía, y el profesor buscó a la todavía despierta anciana para preguntarle de qué fórmula mágica se había valido para salvar a aquellos chicos de la sordidez del suburbio y guiarlos hacia el éxito.
—En realidad es muy simple —fue su respuesta—. Yo los amaba.
Eric Butterworth

jueves, 16 de julio de 2009

EL COLLAR DE TURQUESAS

Detrás del mostrador el hombre miraba distraídamente hacia la calle mientras una chiquilla se aproximaba al local.

Ella aplastó su naricita contra el vidrio de la vidriera, y sus ojos color de cielo brillaron cuando vió determinado objeto.

Ella entró en el local y pidió ver el collar de turquesas azules y le dijo al vendedor: “Es para mi hermana. Podría hacerme un lindo paquete?”

El dueño del local miró a la chica con desconfianza y le preguntó: “Cuánto dinero tienes?” Sin alterarse ella sacó de su bolsillo un atadito y fue deshaciendo los nudos. Colocó un sobre en el mostrador y dijo: “Esto alcanza o no?

Ella mostraba orgullosa algunas monedas. “Sabe, quiero regalarle esto a mi hermana mayor”. Desde que nuestra madre murió ella me cuida y no tiene tiempo para ella. “Hoy es su cumpleaños y estoy segura que estará feliz con el collar, que es del color de sus ojos”.

El hombre se fue para adentro, colocó el collar en un estuche, lo envolvió con un lazo rojo e hizo un hermoso moño con una cinta azul. “Toma”, le dijo a la chiquita, “Llevalo con cuidado.”

Ella se fue feliz saltando calle abajo.

Todavía no había terminado el día cuando una linda joven de cabellos rubios y maravillosos ojos azules entró en el negocio. Colocó sobre el mostrador el paquete desenvuelto y preguntó: “Este collar fue comprado aquí ?”

“Si señora”, respondió el dueño del local.

“Cuánto costó?”

“Ah!”, dijo el dueño “el precio de cualquier objeto en mi negocio es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente.”

“Pero mi hermana sólo tenía algunas monedas. Este collar es verdadero, no? Ella no tendría el dinero para pagarlo”.

El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio y con mucho cariño colocó la cinta diciendo: “Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar. Ella dió todo lo que tenía”.

El silencio lleno el pequeño local y lágrimas cayeron por el rostro de la jóven, mientras sus manos tomaban el paquete.

La verdadera donación es darse por entero sin restricciones.
“Si un día quieres elegir entre el mundo y el amor…
Recuerda:
Si eliges el mundo quedarás sin amor, pero si eliges el amor, con él conquistarás al mundo”.
Albert Einstein.

(RECIBIDO POR CORREO)