martes, 25 de junio de 2013
EL JUEGO DE TÉ
En una escuela hubo un concurso: el primer premio era un bonito juego de té color azul. Todas las niñas deseaban ganar y fue Mariana quien se llevó el premio. Feliz regresó a su casa para enseñárselo a su mamá.
Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino bien temprano para jugar con ella. Mariana no podía, pues saldría con su madre. Entonces Julia le pidió prestado su juego de té para jugar sola en el jardín. Se resistió un poco, pero ante la insistencia de Julia cedió; no sin antes hacerle la recomendación de que lo cuidara mucho.
Mariana tardó en regresar y cuando llegó a su casa fue al jardín. Gran sorpresa se llevó… Se quedó pasmada al ver todo su juego de té tirado en el suelo. Faltaban algunas tazas, los platitos y la bandeja estaban rotos.
... Comenzó a llorar y enojada fue a desahogarse con su mamá: "¿Ves mamá lo que me hizo Julia? Le presté mi juego de té y ella lo maltrató todo y rompió".
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a reclamarle a Julia. Pero su madre cariñosamente le dijo: "Hijita, ¿te acuerdas cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavarlo inmediatamente pero tu abuelita no te dejó. Ella te dijo que había que dejar que el barro se secara, porque sería más fácil quitar la mancha después; y así fue. Pues ahora pasa lo mismo con tu enojo. Es preferible dejar que la ira se seque primero, después será más fácil resolver todo. Ahora dirías cosas que podrían herir a tu amiga e incluso podrías perder su amistad; y luego te arrepentirías”.
Mariana en su enojo no entendía todo muy bien, y aunque quería reclamarle a Julia, decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver la televisión.
Un rato después sonó el timbre de la puerta… Era Julia… traía una caja en las manos y sin más preámbulo le dijo: "Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que nos molesta? Él vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té, pero él se enojó mucho y destruyó el regalo que me habías prestado. Entonces fui llorando a contárselo a mi mamá. Ella me calmó y me llevó a comprar otro igualito, para ti. ¿Estás enojada conmigo? ¡No fue mi culpa!”
"¡No hay problema, no te preocupes!”, contestó Mariana. “¡Mi ira ya secó!” Y le dio un fuerte abrazo a su amiga; la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo ensuciado de lodo.
La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como realmente son. Por ello es preciso no reaccionar violentamente. Así evitaremos cometer injusticias y ganaremos el respeto de los demás. Ante la ira se requiere de moderación, serenidad y humildad.
¡Hay que dejar secar la ira!
sábado, 1 de septiembre de 2012
LA RANA SORDA
Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo.
Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo.
Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.
Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió.
Ella se desplomó y murió.
La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible.
Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenia caso seguir luchando.
Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo.
Cuando salió, las otras ranas le dijeron:"nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos".
La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del hoyo.
MORALEJA
1. La palabra tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y finalizar el día.
2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser lo que lo acabe por destruir.
Tengamos cuidado con lo que decimos.
3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros.
Fuente: Del libro "La culpa es de la vaca", compilado por Jaime Lopera Gutiérrez y Martha Inés Bernal trujillo. Ed. Intermedio.
domingo, 29 de julio de 2012
EL NIÑO Y EL CACHORRO
-¿Cuál es el precio de los perritos?
El dueño contestó:
-Entre treinta y cincuenta dólares.
El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas.
-Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?
El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado.
-¿Qué le pasa a ese perrito? -preguntó.
El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamó:
-¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!
Y el hombre replicó:
-No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si realmente lo quieres, yo te lo regalo.
El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo:
-No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo.
El hombre contestó:
-Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.
El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:
-Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.
El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:
- espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.
En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos ame incondicionalmente.
miércoles, 18 de julio de 2012
EL BUEN LEER...
Hace muchos años, en un pueblito llamado “El buen leer” ocurrió un hecho muy curioso. Cuenta la historia que los habitantes del pueblo amaban la lectura. En todos los hogares había una
biblioteca, por pequeña que fuera. Ningún niño se iba a la cama sin haber leído o escuchado un cuentito de boca de sus papás. Los libros vivían felices pasando de mano en mano. Sabían que, gracias a ellos, los niños aprendían, soñaban e imaginaban. Pasaban sus días alegremente, haciéndose compañía unos a otros.
En esos tiempos, un libro era un excelente regalo de cumpleaños, incluso Papá Noel llenaba su bolsa con ejemplares de todos los tamaños y colores. Cierto día, llegó al pueblito una bruja que no había tenido la suerte de poder leer en su infancia y a quien sus papás jamás le habían contado un cuentito.
Se instaló en una casa alejada con una televisión como única compañía. Como se aburría bastante, comenzó a observar a todos y cada uno de los habitantes del pueblo, todos eran cultos, divertidos y con una imaginación prodigiosa. Quiso entablar conversación con sus vecinos y a pesar de ser muy bien recibida, al tiempo se dio cuenta que poco tema tenía para compartir.
No era lo mismo hablar de aquello que veía en la televisión que de historias fantásticas, de misterio o de amor. La brujita sintió envidia por todo aquello que desconocía y que tanto enriquecía a la gente del pueblo. Decidió entonces que, para estar en igualdad de condiciones, haría desaparecer todos los libros de “El buen leer”.
- ¡Hablaremos de las mismas cosas!. ¡Ya nadie sabrá más que yo, ahora seremos todos iguales! –dijo para sí.
La decisión más acertada hubiera sido comenzar a leer ella también, pero la envidia es un pésimo sentimiento que sólo nos hace tomar decisiones equivocadas.
Preparó una pócima maloliente y tomó su escoba. Sobrevoló todo el pueblo salpicando con el líquido verde cada hogar, cada escuela, cada libro. En pocos minutos, todos los libros del pueblo habían desaparecido y habían sido reemplazados por televisores. Nadie entendía lo ocurrido.
Las bibliotecas comenzaron a caerse debido al peso de los aparatos. Los niños se acostaban tristes, ya que sus papás no podían leerles un cuento. En poco tiempo la fisonomía del pueblo cambió. Los niños soñaban cosas feas, imaginaban poco, y comenzaban a olvidar palabras y datos importantes que habían aprendido.
Todo el pueblo se iba empobreciendo día a día. Ir a la escuela se complicaba pues sin libros, no era fácil estudiar. Las mamás cocinaban sólo cosas muy sencillas pues las mejores recetas que atesoraban en valiosos libros ya no estaban. Los jueces estaban en problemas, pues no recordaban de memoria todas las leyes y no podían aplicarlas como era debido.
La única que estaba feliz era la envidiosa brujita quien ahora sentía que no era tan diferente al resto de la gente. Pero sabido es que lo que no se hace con amor, no funciona.
La brujita enfermó. Comenzó a dolerle mucho la pancita y tuvo que llamar al médico del pueblo.
- Yo debería recetarle un remedio, pero la dosis justa se encontraba en el libro de medicina que ya no tengo, no creo poder hacer mucho –le dijo el doctor revisándola.
- No importa –dijo la brujita- iré a la farmacia, seguro allí podrán ayudarme.
Llegó a la farmacia tomándose la panza pues le dolía mucho, tampoco tuvo éxito.
- Lamento no poder ayudarla –dijo el farmacéutico –todos los remedios venían con un libro de indicaciones que ha desaparecido.
- Bueno, no importa, ya pasará –contestó orgullosa la bruja.
Regresó a su casa, dispuesta a acostarse y ver un rato de televisión para ver si se distraía y se le calmaba el dolor, pero no pudo hacerlo porque se había cortado la luz. El aburrimiento era mucho, las horas no pasaban más y el dolor tampoco.
- ¿Qué puedo hacer? -se preguntaba la dolorida brujita, quien sin televisión se sentía perdida.
Mientras tanto, la gente del pueblo extrañaba sus amados libros, para quien conoce el valor de la lectura, sabe bien que no hay televisión que reemplace un buen libro.
- Algo debemos hacer –dijo el alcalde muy preocupado- no puede ser que nos resignemos a no leer más, no me explico qué ha pasado con los libros.
- Hemos buscado por todas partes y nada encontramos –comentó un niño.
- Yo creo que la bruja algo tiene que ver en todo esto. Al poco tiempo que ella llegó desaparecieron todos y cada uno de nuestros libros – agregó un papá.
- ¡Es cierto! –dijo el alcalde- averiguaremos si ha sido ella y le daremos un buen escarmiento –propuso.
- ¿Irá a prisión? –preguntó el niño.
- ¡Y sin televisión! –contestó el alcalde.
Todo el pueblo comenzó a acusar a la brujita y a proponer diferentes castigos para ella.
Todos, menos el niño que pensaba bien distinto.
– ¡Esperen, esperen! – gritó el niño para que todos lo escuchen- esto no es lo que nos han enseñado los libros. De ellos hemos aprendido el valor de la justicia y de la palabra, déjenme a mí, verán que pronto todo vuelve a la normalidad. Todos callaron y el alcalde le permitió al pequeño que se ocupara del asunto.
Entusiasmado con su misión, el niño fue a visitar a la brujita, quien seguía molesta por su dolor de panza. Golpeó la puerta, se presentó y al ver su cara de dolor, le preguntó en qué podía ayudarla.
– En nada, pequeño, no eres doctor, ni farmacéutico, y aún menos electricista para arreglar el corte de luz –le dijo la bruja muy seria.
– Si estuviese entretenida, el dolor pasaría más pronto –contestó el pequeño.
– Tu lo has dicho, pero ya ves, no puedo ver televisión, por lo tanto me aburriré mucho y tu nada puedes hacer al respecto.
– No crea señora, tengo una idea –dijo el niño. Le pidió que se sentase en un sillón y le contó uno de los cuentos que sus papás le habían leído muchas noches.
De a poco, el dolor se fue pasando. La magia del cuento fue envolviendo el corazón y la imaginación de la brujita, quien se transportó por un instante a tierras lejanas y desconocidas. Por primera vez en su vida, alguien le contaba un cuento, le regalaba una historia, un momento compartido, le abría las puertas a un mundo desconocido y hermoso.
– Bella historia por cierto ¿En qué programa de televisión la has visto? –preguntó la asombrada brujita.
– Es un cuento, mi preferido. Me lo leían mis papás casi todas las noches, por eso lo se de memoria. Bueno, antes de que todos los libros desaparecieran claro está- contestó triste el pequeño.
– ¿Tienes otro para contarme? –pidió la brujita entusiasmada. Entre príncipes, princesas, sapos encantados y valientes caballeros, la tarde pasó tan rápido que ninguno de los dos se dio cuenta.
El niño volvió a su casa. En su camino de regreso se dio cuenta que no había preguntado nada acerca de la desaparición misteriosa de los libros, pero igual estaba contento, sentía que había hecho algo importante. Al despedir al pequeño, la brujita ya sola en su casa, recordó cada una de las historias relatadas por el niño y sobre todo, recordó la magia que la había envuelto mientras las escuchaba.
Se dio cuenta que nunca, jamás, un programa de televisión había despertado en ella tal sentimiento y decidió enmendar su error. Volvió a preparar una pócima, pero esta vez con efecto contrario. Tomó su escoba y volvió a sobrevolar todo el pueblo. Al poco tiempo, todos y cada uno de los libros volvieron a su lugar.
El amanecer encontró a cada biblioteca poblada de ejemplares. Hogares, colegios, librerías, todos volvían a tener sus libros como si jamás hubiesen salido de allí. Nadie fue a prisión sin televisión y nunca supieron bien cómo y por qué los libros habían desaparecido. Suponían que la brujita algo había tenido que ver en el asunto, pero ya no importaba.
Ahora era ella quien tenía la biblioteca más completa del pueblo, leía cuanto podía y se sentía feliz. La brujita aprendió mucho leyendo: historia, geografía, literatura, pero lo más importante fue que supo que nada en el mundo reemplaza la magia de un libro sostenido entre las manos o de un hermoso cuento leído por un ser querido.
La magia de los libros : Liana Castello
sábado, 7 de julio de 2012
EL ROBLE
Había una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.
Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste.
El pobre tenía un problema: 'No sabía quién era.'
Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. '¿Ves que fácil es?'
No lo escuches, exigía el rosal. Es más sencillo tener rosas y '¿Ves que bellas son?'
Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: -No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución:
'No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas... Sé tu mismo, conócete... y para lograrlo, escucha tu voz interior.'
Y dicho esto, el búho desapareció.
¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...? Se preguntaba el árbol desesperado, cuándo de pronto, comprendió...
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole:
Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje...
Tienes una misión 'Cúmplela'.
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.
sábado, 21 de enero de 2012
DESEEMOS UN MUNDO DISTINTO, SIN VIOLENCIA, SIN ARMAS, SIN FRONTERAS...
Dicen que cuando se acerca fin de año los ángeles curiosos se sientan al borde de las nubes a escuchar los pedidos que llegan desde la tierra.
- ¿Qué hay de nuevo? -pregunta un ángel pelirrojo, recién llegado.
Lo de siempre: amor, paz, salud, felicidad...- contesta el ángel más viejo.
Y bueno, todas esas son cosas muy importantes.
Lo que pasa es que hace siglos que estoy escuchando los mismos pedidos y aunque el tiempo pasa los hombres no parecen comprender que esas cosas nunca van a llegar desde el cielo, como un regalo.
¿Y qué podríamos hacer para ayudarlos? - Dice el más joven y entusiasta de los ángeles.
¿Te animarías a bajar con un mensaje y susurrarlo al oído de los que quieran escucharlo? - pregunta el anciano.
Tras una larga conversación se pusieron de acuerdo y el ángel pelirrojo se deslizó a la tierra convertido en susurro y trabajó duramente mañana, tarde y noche, hasta 1os últimos minutos del último día del año.
Ya casi se escuchaban las doce campanadas y el ángel viejo esperaba ansioso la llegada de una plegaria renovada. Entonces, luminosa y clara, pudo oír la palabra de un hombre que decía:
"Un nuevo año comienza. Entonces, en este mismo instante, empecemos a recrear un mundo distinto, un mundo mejor: sin violencia, sin armas, sin fronteras, con amor, con dignidad; con menos policías y más maestros, con menos cárceles y más escuelas, con menos ricos y menos pobres.
Unamos nuestras manos y formemos una cadena humana de niños, jóvenes y viejos, hasta sentir que un calor va pasando de un cuerpo a otro, el calor del amor, el calor que tanta falta nos hace.
Si queremos, podemos conseguirlo, y si no lo hacemos estamos perdidos, porque nadie más que nosotros podrá construir nuestra propia felicidad".
Desde el borde de una nube, allá en el cielo, dos ángeles cómplices sonreían satisfechos.
Del libro: "Cuentos para Niños de 8 a 108 II" - Pancho Aquino
VÍA: Blog La Sala de Profesores
miércoles, 9 de noviembre de 2011
LA BOMBA DE AGUA
Cuentan que un hombre estaba perdido en el desierto, a punto de morir de sed.
Él llegó a una casita vieja -una cabaña que se desmoronaba- sin ventanas, sin techo, golpeada por el tiempo.
El hombre deambuló por allí y encontró una pequeña sombra donde se acomodó, huyendo del calor del sol desértico.
Mirando alrededor, vio una bomba a algunos metros de distancia, muy vieja y oxidada.
Se arrastró hasta allí, agarró la manija, y empezó a bombear sin parar.
Nada ocurrió. Desanimado, cayó postrado hacia atrás y notó que al lado de la bomba había una botella. La miró, la limpió, removiendo la suciedad y el polvo, y leyó el siguiente mensaje:
Primero necesitas preparar la bomba con toda el agua de esta botella, mi amigo
PD.: Haz el favor de llenar la botella otra vez antes de partir.
El hombre arrancó la rosca de la botella y, de hecho, tenía agua.
¡La botella estaba casi llena de agua! De repente, él se vio en un dilema:
Si bebía el agua podría sobrevivir, pero si volcase el agua en la vieja bomba oxidada, quizá obtuviera agua fresca, bien fría, allí en el fondo del pozo, todo el agua que quisiera y podría llenar la botella para la próxima persona; pero quizá eso no salga bien.
¿Qué debería hacer? ¿Volcar el agua en la vieja bomba y esperar el agua fresca y fría o beber el agua vieja y salvar su vida?
¿Debería perder todo el agua que tenía en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables, escritas no se sabía cuando?
Con temor, el hombre volcó todo el agua en la bomba. Enseguida, agarró la manija y empezó a bombear; y la bomba empezó a chillar. ¡Y nada ocurrió! Y la bomba chilló y chilló.
Entonces surgió un hilito de agua; después un pequeño flujo, ¡y finalmente el agua salió con abundancia! La bomba vieja y oxidada hizo salir mucha, pero mucha agua fresca y cristalina. Él llenó la botella y
bebió de ella hasta hartarse. La llenó otra vez para el próximo que por allí podría pasar, la enroscó y agregó una pequeña nota al billete preso en ella: ¡Créeme, funciona! ¡Necesitas dar todo el agua antes de poder obtenerla otra vez!
Podemos aprender cosas importantes a partir de esa breve historia:
Ningún esfuerzo que hagas será valido, si lo haces de la manera equivocada.
¡Aprende a mirar adelante y comparte! Aquel hombre podría haberse hartado y olvidarse de que otras personas que necesitasen del agua pudiesen pasar por allí. Él no se olvidó de llenar la botella y todavía supo dar una palabra de incentivo. Preocúpate con quien está cercano a ti, recuerda: sólo podrás obtener agua si la das antes. Cultiva tus relaciones, ¡y da siempre lo mejor de ti!
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