"Hay cuentos para cada momento,
cuentos para cada estación:
los cálidos cuentos para el largo invierno,
cuentos azules, rojos, verdes y violetas para la primavera,
el verano trae adivinanzas, bromas y chistes
y las grandes epopeyas se cuentan en otoño.
Pero aqui y ahora,
en aquel trópico, atravesado por el dolor y la pasión,
la tradición quiere que cuente
los cuentos del amor.
Los Cuentos del Espíritu... para pensar y para amar mejor..".

Nicolás Buenaventura Vidal, in espectáculo "Cuentos del Espíritu", Festival Internacional de Teatro de Almada (Portugal, Julho, 2007).


Si quieres un adulto con pensamiento creativo, de pequeño cuéntale cuentos. Si lo quieres, además sabio, cuéntale más cuentos. Albert Eisnstein

lunes, 20 de junio de 2011

EL CUENTO DE LA SOÑADORA...

EL CUENTO DE LA SOÑADORA
POR ELENA G. GOMEZ
María llevaba mucho tiempo dando clase a niños y niñas entre 8 y 10 años. Procuraba siempre que podía que en su clase los niños no sólo aprendiesen las asignaturas que estaban establecidas sino que adquiriesen valores, esos que tanto se habían perdido y que eran la base sobre la que se debería levantar la sociedad.
Le encantaba ver las caras de asombro de aquellos niños cuando les hablaba de guerreros valientes y leales, cuando les enseñaba el valor de la palabra, o les hacía viajar con su imaginación, porque, a pesar de que todos sabían viajar por Internet y manejaban perfectamente los ordenadores, no sabían soñar.
Aquel día era un día especial, era el último día de clase y para ese día les tenía reservado un cuento de despedida.
Así, como habían hecho muchas tardes durante el curso, se sentaron todos en círculo y empezó a narrar la historia.
El cuento, les dijo, es el Cuento de la Soñadora. Y comienza así...
"En la Tribu de la Montaña había una Soñadora, y cada año, en el equinoccio de verano, se reunía con toda su tribu en torno a una gran hoguera. Cuando llegaba la noche la Soñadora empezaba a danzar en torno al fuego.
Aquel año la noche era oscura, iluminada tan sólo por el resplandor de la hoguera, una hoguera que parecía un gran corazón que latía al ritmo de los tambores.
La Soñadora empezó con su danza. Sus movimientos rápidos al principio se volvieron poco a poco más lentos y armoniosos, era como si hubiera conectado con una melodía que procedía de algún lugar del espacio.
Después de un tiempo la Soñadora se sentó. De sus ojos, que permanecían cerrados, empezaron a brotar lágrimas. Su cara se llenó de dolor y de sus labios empezaron a salir las palabras_
Veo mucho dolor, veo jóvenes que caminan sin rumbo, van deprisa, muy deprisa, algunos van inconscientes, otros buscan algo pero en realidad no saben qué.
Veo ancianos que están solos, en sus caras está dibujada la tristeza porque ya nadie les escucha ni valora su sabiduría.
Es un pueblo que camina sin ilusión, es un pueblo que no sabe soñar.
Y un grito lleno de dolor salió de la soñadora: Pero, ¿qué será de los hombres si se olvidan de soñar?...
Se convertirán en muertos vivientes, les dijo, serán zombis que caminarán por la vida sin rumbo, sin objetivos, sin metas.
Porque los sueños son como cuerdas que se lanzan al futuro para luego, a través de ellas, poder ascender a él.
Los sueños condicionan las vidas y hacen que cada uno se convierta en aquello que desea ser.
Y es que cada día, cada segundo de la existencia de una persona, está llena de pequeños e importantes sueños, sueños que forman parte de otro gran sueño, el sueño que está oculto en el interior de cada uno y que para descubrirlo hay que entrar dentro, en lo más profundo de uno mismo.
El Sueño contiene escrito lo que cada uno desea ser, lo que quiere realizar y el sentido que quiere dar a su vida.
A través del Sueño se llega a la Mente, al espacio donde todo nace, donde no existe el tiempo ni las limitaciones, donde se crea el destino, donde surge la consciencia.
Y es que en el Sueño está el poder, el poder que cada uno posee, su voluntad, su capacidad. Sólo quien conecte con su Sueño podrá dar sentido a su vida y nada ni nadie le harán cambiar.
La Soñadora se quedó en silencio. Luego, su cara se iluminó, se levantó y comenzó a danzar en torno al fuego sagrado y dirigiéndose hacia él le dijo... No podemos permitir que el hombre pierda la capacidad de soñar, de volar, de ser libre.
El Sueño está fuera del tiempo y ningún poder humano es superior a él.
He visto el futuro, un futuro en el que existe mucho dolor porque el hombre no sabe soñar, pero si el hombre no sabe soñar despierto por lo menos que sueñe dormido para que así, a través de esos sueños, pueda llegar hasta él el recuerdo, el conocimiento de lo que ha perdido y también de los deseos que hay en su interior.
Será un poco más difícil porque tendrá que aprender a separar en sus sueños lo útil de lo inútil, pero por lo menos no dejará de soñar".
Y así fue como la Soñadora hizo un pacto con el Fuego, un pacto a través del cual el hombre no se olvidaría nunca de soñar.
Ahora ya sabéis, continuó María, porqué soñamos, y lo importante que es que nunca dejéis de soñar.
Os vais de vacaciones, no tendréis que estar preocupados por los exámenes ni por los deberes, así que disponéis de tiempo, un tiempo precioso para vosotros, para pasarlo bien, para conocer nuevas personas, para vivir aventuras, pero sobre todo, para que aprendáis a soñar.

domingo, 5 de junio de 2011

LA CIUDAD DE LOS POZOS




Esta ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esta ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes, pero pozos al fin.

Los pozos se diferenciaban entre sí no solo por el lugar en el que estaban excavados sino también por el brocal, la abertura que los conectaba con el exterior. Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.

La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal, y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado.

Un día llegó a la ciudad una "moda" que seguramente había nacido en algún pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido.

Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de cosas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más optaron por el arte y fueron llenándose de pinturas , pianos de cola y sofisticadas esculturas postmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.

Pasó el tiempo.

La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más.

Los pozos no eran todos iguales así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior. Alguno de ellos fue el primero: en lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose.

No paso mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.

Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera , pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad.

Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho. Pronto se dio cuenta que todo lo que tenia dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido.

Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego , cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.
vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho.

Un día , sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa: adentro, muy adentro , y muy en el fondo ¡encontró agua!. Nunca antes otro pozo había encontrado agua.

El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia fuera. La ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar.

Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto , en tréboles, en flores, y en troquitos endebles que se volvieron árboles después. La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar "El Vergel".

Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro.

- "Ningún milagro", contestaba el Vergel. "Hay que buscar en el interior, hacia lo profundo"

Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse. Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas.

En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr también el riesgo del vacío. Y también empezó a profundizar. Y también llegó al agua. Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo.

- "¿Qué harás cuando se termine el agua?", le preguntaban.

-" No sé lo que pasará", contestaba. "Pero, por ahora, cuánto más agua saco, más agua hay"

Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.

Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma. Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.